I. Preámbulo

En gran número de países -y no sólo del mundo occidental- existen ya hace tiempo asociaciones de periodistas católicos que, con las peculiaridades de cada caso, han ido surgiendo en torno a dos ejes permanentes: la profesionalidad y la confesionalidad. Es decir, el ejercicio de la propia confesión con una inspiración confesional y ambas cosas realizadas desde una plataforma asociativa.

La mayor parte de estas asociaciones de periodistas católicos ha ido agrupándose en la UCIP (Unión Católica Internacional de Prensa) y creando, a través de las distintas secciones de esa organización internacional, una vasta y cualificada red de presencia profesional y confesional en el seno de los Medios de Comunicación Social de todo el mundo.

Diversas razones han determinado que hasta el presente no exista en España una asociación semejante, ya que los intentos realizados hasta el presente, diversos y todos ellos beneméritos, no han tenido la suficiente continuidad, produciéndose la paradoja de que un país con tan alto índice de profesionales católicos de los medios de comunicación social no tiene presencia oficializada en los medios internacionales competentes.

Consideraciones diversas y abundantes han ido madurando recientemente entre algunos profesionales el proyecto de poner en marcha también en España una asociación profesional y confesional de periodistas y de vincularla debidamente a las tareas internacionales a través de la UCIP.

Tales proyectos han cuajado posteriormente en una convocatoria realizada por el obispo Presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social a la que acudieron un nutrido número de profesionales activos en los distintos medios y de cuya reunión salió la decisión de dar los pasos pertinentes para la constitución de la correspondiente asociación y de su posterior vinculación a la UCIP.

II. Definición e inspiración de la Asociación

Como se trasluce ya en los párrafos anteriores, la asociación que se pretende crear es una asociación de profesionales conscientes tanto de la trascendencia de su función de comunicadores e informadores en la sociedad de hoy como de las exigencias de su fe, vividas de forma adulta y asociada, en la Iglesia de nuestros días.

Es una agrupación autónoma de profesionales católicos que, reconocida por la Jerarquía y aceptando la dominación de su magisterio, se empeña en el servicio a los valores permanentes del Evangelio. Se trataría, en pocas palabras, de un servicio asociado a la fe desde la propia competencia profesional y desde las exigencias confesionales católicas.

Es de advertir que la misión específica del periodista, o del comunicador en general, ha sido reciente y reiteradamente descrita ( y en términos tan ponderados como sugerentes) en los últimos documentos del magisterio. Valga citar, por lo menos, los siguientes: de la Constitución Conciliar del Vaticano II Apostolicam Actuositatem los números 7 (párrafo 3º), 13 (párrafo primero) y 14, sobre la responsabilidad genérica del seglar en el apostolado; del Decreto Inter Mirifica del mismo Vaticano II, números 13-15, y de la Instrucción Pastoral Communio et Progressio, números 79 y 179.

La reflexión magisterial de la Iglesia sobre la responsabilidad específica de los periodistas ha sido resumida y reformulada de nuevo por el Papa Juan Pablo II en fecha recientísima (27-I-1984) con motivo de su encuentro con periodistas católicos en el marco del Año Santo de la Redención. A su alocución pertenece el siguiente párrafo que parece señalar autorizadamente los valores y fundamentos profesionales, religiosos y éticos a los que tendrían que servir la asociación que se pretende:

Hoy más todavía que ayer, la misión periodística exige competencia profesional y responsabilidad moral. Con los poderosos instrumentos de que dispone, puede, en efecto, forjar las conciencias para saborear el bien. Puede infundir en ellas el sentido de Dios, educar para la virtud, cultivar la esperanza, reavivar la sensibilidad ante los valores trascendentales. Puede vuestra misión iluminar, orientar, sostener todo lo que verdaderamente ayuda al progreso auténtico e integral de la convivencia humana. Puede abrir horizontes a las inteligencias y a los corazones, estimular a los individuos y sociedades hacia los objetivos que inciden sobre la mejor calidad de vida. En una palabra, puede suscitar y fecundar todos aquellos fermentos de los cuales depende la salvación de la humanidad en el agitado y prometedor momento presente.

Insistiendo en los mismos conceptos, el Papa dijo en el discurso a los representantes de los medios de comunicación social durante su visita a España (Madrid, 2-XI-1982):

Al hacer con vosotros estas reflexiones no puedo menos de pensar en que hay mucho en común entre vuestra misión y la mía, en cuanto servidores que somos de la comunicación entre los hombres.

Me corresponde a mí, de manera singular, transmitir a la Humanidad la buena noticia del Evangelio, y con ella el mensaje de amor, de justicia y de paz de Cristo. Valores que tanto podéis favorecer vosotros en vuestro esfuerzo para hacer un mundo más unido, pacífico y humano, donde brille la bondad y la moralidad.

En otro momento de ese mismo discurso, Juan Pablo II dijo asimismo:

Cada hombre lleva consigo sus propias ideas, sus preferencias y hasta sus prejuicios. Pero el responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la imposible objetividad. Si es difícil una objetividad completa y total, no lo es la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la praxis de no manipular la verdad, la actitud de ser incorruptible ante la verdad.

III. Razones que aconsejan su creación

Dando por supuesta la definición profesional cristiana que se explica en lo anteriormente expuesto, existen razones que aconsejan la creación de una asociación de este tipo.

Desde el punto de vista profesional cabe señalar no sólo la auténtica dimensión de la vivencia cristiana que, de suyo, es colectiva y comunicativa, sino también la necesidad de que los profesionales, tan trabados ordinariamente por sus compromisos para frecuentar lugares de encuentro y comunicación tengan un ámbito propio donde intercambiar ideas e iniciativas y donde proceder al discernimiento, desde la fe, de tantos problemas como plantea el momento presente al ejercicio de la profesión.

Por otra parte, la actual configuración legal y social de la sociedad española permite ejercer cumplidamente la confesionalidad en el ámbito de la libertad constitucional y en la relación dialogante y civilizada con otras creencias y concepciones del mundo. Es precisamente en ese marco de pluralismo y de libertad donde se replantea la necesidad de un ejercicio sereno y coherente de la confesionalidad religiosa también a nivel profesional y colectivo. Dicha confesionalidad en el ejercicio asociado de la profesión ha de manifestarse como oferta abierta y convencida de la propia fe en cuanto elemento válido para la construcción de la convivencia.

Concebida así la práctica de la profesión, no cabe duda que representa a la vez una valiosa aportación a la vida y al sistema democrático al colaborar a la necesaria vertebración de la sociedad con la creación de una entidad profesional.

IV. Los fines de la Asociación

Los fines de una asociación profesional de periodistas, aunque ya entrevistos en las consideraciones anteriores, cabría sustanciarlos de la forma siguiente:

  • Ser ámbito de relación amistosa, encuentro religioso, reflexión deontológica, foro de debate abierto entre los profesionales conscientes de las exigencias de su fe.
  • Ser plataforma de diálogo con todos los profesionales, y de solidaridad en acciones de interés común.
  • Promover y defender el derecho a la información y la libertad de expresión.
  • Comparecer como tal asociación en la vida pública española cuando las circunstancias lo aconsejen por medio de pronunciamientos públicos.
  • Asegurar la conexión oficial con la UCIP y, a través de ella, con los proyectos e iniciativas de muchos otros profesionales de la comunicación en todo el mundo.

V. El talante de la Asociación

En los principios que inspiran la asociación y en las razones o circunstancias que aconsejan su puesta en marcha, quedan ya diseñados algunos de los rasgos del talante que ha de definirla.

Sin perjuicio de que la propia vida y la experiencia posterior vayan consolidando su fisonomía, algunos de sus perfiles resultan particularmente apropiados ya en el momento de su nacimiento.

Será una asociación abierta que pone el acento en la coherencia entre fe y profesión y en la validez de las propias creencias para contribuir a un diálogo social, dinámico y civilizado. Será, pues, un espacio abierto, si bien teniendo claros los rasgos de la propia identidad colectiva.

Será, también, una asociación pluralista en sus estructuras y en su funcionamiento interno. Tanto el pluralismo político como la posibilidad -y aun la realidad- de un pluralismo en la vivencia de la fe católica, exigen que en la asociación se practique la connivencia y la tolerancia entre las distintas corrientes y opiniones.

Será, por fin, una asociación de talante positivo. La coherencia con su identidad confesional le inspirará posibles intervenciones en defensa de determinados valores sin que estas comparecencias ocasionales definan ni agoten su virtualidad. En la vida de la asociación primarán las aportaciones positivas a la sociedad como grupo cualificado dentro de ella y consciente tanto de su obligación de cooperar desde los valores del Evangelio en la construcción de la convivencia, como de criticar todo lo que represente un atentado a los derechos del hombre.